En estos días de campaña, las frases de los políticos parecen hechas con palabras líquidas. Palabras que no quisieron decir lo que dicen. Hay mensajes cifrados a destinatarios específicos que los demás decodifican de otro modo. Hay textos y subtextos. Palabras que se dicen de más y que los operadores tratan de explicar. O que se dicen de menos y hace falta reforzar al día siguiente. Palabras, en fin, que podrían decir una cosa y al mismo tiempo todo lo contrario. Y cada frase, suponen los que las expresan, desata un mundo de interpretaciones y fantasías. Pero la culpa no es de esas palabras que se deslizan como líquido por los oídos de la gente. La culpa es, más bien, de una realidad política que es sobre todo versátil e inestable.
Publicado en Clarin.com
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