martes, 22 de septiembre de 2015

La perversidad argumental. Por Alfredo Gutiérrez


No deja de sorprenderme la capacidad argumental de Cristina. El efecto espejo, que usa. Una forma de dar vuelta los argumentos, de dar vuelta las acusaciones para ser usadas contra los adversarios. 
De levantar el dedito imputando a los demás lo que uno mismo hace. Pasó con el caso Niembro, donde vimos por primera vez cómo el kirchnerismo se perocupa y denuncia la corrupción del Estado… que se descubre en los otros, claro. Acusó a Mauricio Macri (y todo el aparato estatal lo hizo, hasta hay una denuncia de la Procelac por supuesto lavado de dinero), por los 20 millones que en dos años se le pagó a una empresa de Niembro. Obvio que es aborrecible, hay que denunciarlo duramente y, si la Justicia lo decide, castigarlo como todo uso irregular de los recursos, porque no podemos vivir embarrados en la corrupción. Pero el kirchnerismo, ofendido y enojado, y sus medios y periodistas, jamás dirán nada de los casos de corrupción que se imputan al Estado Nacional, es decir a Cristina. 
Los casos Hotesur, Lázaro Báez, Cristóbal López, los enriquecimientos meteóricos de muchos, las supuestas coimas, suman muchísimos millones más. Es decir que, como en un espejo, acusan en los demás lo que ellos mismos hacen. Y, podría decir, con mayor éxito garantizado por el poder del Estado.
Pasó también la última semana, cuando Cristina acusó al gobierno de la Ciudad -por cadena nacional- de querer censurar a un medio de comunicación. Un garaje de autos de C5N había sido clausurado por falta de habilitación. No afectaba a la transmisión de informaciones ni a sus periodistas, pero por ley no podía hacerlo. Fue un hecho repudiable y merece nuestra solidaridad. El canal tituló “quieren cerrar C5N” y por varias horas ése fue su único tema informativo. “Me preocupan los que piensan que si te critican tienen que cerrar un canal”, dijo la Presidenta, puesta en defensora de la libertad de expresión. 
El problema es que durante todos estos años éste fue el gobierno más hostil contra la prensa que se haya visto en mucho tiempo. Vimos cómo se allanaban domicilios de periodistas, cómo el diario Clarín fue literalmente invadido por 400 inspectores de la AFIP, cómo se le quitó a ese grupo toda la publicidad oficial, y también cómo consiguieron mediante aprietes que grandes empresas privadas dejaran de publicitar (Carrefour desapareció de las páginas de Clarín por mucho tiempo, volvió hace poco). Provocaron un tremendo perjuicio económico a los medios críticos. También vimos cómo el Gobierno aceptó que se hicieran supuestos “juicios populares” contra periodistas en la Plaza de Mayo, donde incluso se ponían fotos de periodistas para que los niños las escupan.
Pero el kirchnerismo y sus medios afines nunca se preocuparon por eso. Se preocupan ahora, cuando se endilga a los opositores la intención de coartar la libertad de expresión. Es decir, vemos de repente cuánto le preocupa la libertad de prensa al Gobierno… cuando se acusa a los otros.
Vemos de repente cuánto le preocupa la corrupción… cuando se acusa a los otros. Y pasa así en varios temas. Ni hablar de lo que decía Cristina acerca de los que queman urnas cuando lo hizo Luis Barrionuevo en Catamarca, de cómo se bastardeaba la democracia y el voto popular, mientras que ahora avala la elección con trampas en Tucumán y pide que se respete el resultado. El efecto espejo, la perversidad argumental, sirve para acusar a los opositores y para confundir a la sociedad, para nivelar para abajo: todos en el mismo barro.
No estoy diciendo que los opositores sean impolutos y perfectos. Desde mi punto de vista no hay buenos de un lado y malos del otro. Pero sí hay enormes diferencias en los grados de maldad que se endilgan mutuamente.
En algún momento se debería tener en cuenta uno de los imperativos categóricos de Kant: “actúa de modo que tus acciones puedan ser universales”. Es decir, que con la misma vara se pueda medir a todos. Defensa de la democracia, lucha contra la corrupción, resguardo de la libertad de expresión, son valores universales. Que la preocupación no dependa de si estoy a uno u otro lado de la grieta. Recién entonces la política podrá ser creíble.

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