martes, 15 de septiembre de 2015

El affaire Niembro. Por Alfredo Gutiérrez



El caso Niembro le está provocando un daño enorme a la candidatura de Mauricio Macri.

El primer problema para Macri es político. Hay sectores del macrismo que le han pedido que Nimebro haga un paso al costado, para descomprimir la situación. Pero el candidato se negó. Fue una decisión personal: sostenerlo contra viento y marea. Supongo que cree que una muestra de debilidad en estos momentos de campaña harían que le empiecen a entrar las balas. Es una enseñanza que sacó del kirchnerismo, doblar la apuesta siempre, nunca dejar que los diarios le hagan renunciar a uno de los suyos. Reaccionó igual que e kirchnerismo (negar los hechos, proteger al funcionario, decir que decidirá la Justicia).
El último rumor político es que Niembro se bajaría para no perjudicar más a Macri.
Pero lo esencial es que, si eso sucediera, Macri se autoculparía. Fue su administración la que autorizó los pagos. Y entonces las acusaciones tomarían otro cariz, irían por su gestión, esa que Macri pone como ejemplo. No habría filtros.
Porque para que haya corrupción se necesitan dos partes.
Donde hay alguien que cobra, hay otro que paga. O mejor dicho, que autoriza el pago.
En cuanto al periodismo, quisiera decir un par de cosas.
Se puede tener una opción político partidaria, pero si de eso se desprende que cobrás 20 millones en dos años, con una empresa sin empleados, ya es otra cosa. Todo el mundo sabe que Niembro, periodista deportivo, usaba a veces sus comentarios de fútbol para “traficar” opiniones favorables a Macri. También lo hacía antes, cando era funcionario de Menem.
Vengo de un periodismo en el que vivíamos de nuestro salario. Y criticábamos a los periodistas que se hacían millonarios cobrando por izquierda del Estado (de la “cadena de la felicidad” menemista, de la SIDE, de contratos oscuros con el Estado).
El problema es que el periodismo se ha desvirtuado.
No debería publicarse solo lo que conviene a mi ideología o simpatía, sino aquello que sirva a la mejor comprensión de la verdad por parte del público.
Los medios K hacen un enorme esfuerzo para investigar y contar lo de Niembro. Y está muy bien.
Pero ocultan, por ejemplo, que uno de los que más pauta recibió del Estado (no 20, sino cientos de millones), Sergio Spolsky, es candidato del FPV a intendente de Tigre.
Es el mismo caso, pero del otro extremo.
Para el kirchnerismo, también es su ADN. Si los opositores hacen lo mismo, sirve para licuar su responsabilidad. Pero para el verdadero periodismo, la misma vara debería ser para todos.
Lo que queda por develar es cuánto influirá este caso (y otros que se ya se prevén) en la campaña de Macri. No creo que pierda votantes que ya votaron por él. Queda por ver el impacto sobre los indecisos, esa clase media que a veces se espanta y rezonga frente a las sospechas de corrupción. ¿Lo votarán? Un tema Tabú
En la mirada de economistas y políticos opositores hay un tema tabú. Un tema del que no se habla, tal vez por temor a traer fantasmas del pasado. Y es el siguiente: ¿llegarán las cifras de la economía a un punto tal que la única forma de salir sea después de una gran crisis? Cuando digo crisis me refiero a un caos social con saqueos, corralitos, gente emprobrecida de repente, represión, fuegos en las calles, y todo lo que ya hemos visto. La historia reciente nos muestra que solo después de tocar fondo fue posible “hacer lo que hay que hacer”, tomar medidas irritantes para la sociedad (devaluación brusca, suba de impuestos, suba de tarifas, etc.), que solo después de un tiempo posibilitan que el país empiece a crecer de nuevo.
Sucedió en el final del gobierno de Raúl Alfonsín. En julio de 1989, Guido Di Tella anunció que en el menemismo el dólar sería “recontra alto”, mientras un tiempo antes Domingo Cavallo había recorrido los organismos internacionales para reclamar que no le den más créditos a la Argentina, lo que provocó una corrida cambiaria y caos económico.
Lamentablemente el gobierno de Alfonsín terminó entre saqueos, movilizaciones y represión. Haber caído tan bajo permitió que Menem tuviera las manos libres para instalar su política económica, que empezó con congelamiento de depósitos, plan bonex (Erman), nuevos impuestos y las privatizaciones. Sólo después llegó el 1 a 1 (1991).
También pasó al final del gobierno de De la Rúa. Caos, saqueos, represión, muertos en las calles, le siguieron al ya famoso corralito, el que a su vez había llegado porque los números de la economía no daban para más. Después del caos, el gobierno que siguió (Duhalde, pasemos por alto los presidentes efímeros) pudo hacer lo que era necesario hacer: devaluación, pesificación asimétrica, etc. El caso De la Rúa es ejemplificador: haciendo caso a las encuestas y la opinión generalizada, se negó a cambiar el 1 a 1 e intentó una reforma gradual subiendo impuestos y bajando el gasto (desde la tablita de Machinea al déficit cero), pero todo resultó imposible y su gobierno terminó en el caos. Solo después de eso fue posible cambiar la mirada económica y volver a crecer. Brasil parece optar por ese mismo camino. Hoy el gobierno de Dilma anunció que congelará salarios, recortará planes y subsidios, y subirá impuestos. El camino del ajuste.
En los 70, el caos posterior al rodrigazo fue político además de económico, y les permitió a los militares tomar el poder a sangre y fuego, pero también con la anuencia de una parte de la sociedad.
Hoy, los economistas nos dicen que todos los números están mal. Bajó el PBI, las exportaciones, las reservas, hay atraso cambiario, sube la pobreza, etc.
La pregunta es: ¿se puede salir de esto sin visitar el infierno, sin bajar al caos aunque sea provocado? ¿una salida gradual, de cualquier presidente que resulte electo, tendrá éxito? ¿o le pasará lo mismo que a De la Rúa?
Ojalá nunca llegue el caos. Ojalá me equivoque.

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