martes, 13 de octubre de 2015

Macri engulle la propia medicina. Por Alfredo Gutiérrez




La diputada macrista Patricia Bullrich salió a denunciar que una “encuesta trucha” está llegando a los teléfonos de los ciudadanos. El objetivo de esa supuesta encuesta sería ensalzar a Sergio Massa y hundir a Mauricio Macri con argumentos falsos.
Yo también recibí el llamado.
Una voz masculina plantea, como si fuera una verdad revelada: “En los últimos días, Massa alcanzó a Macri en las encuestas”. Y a continuación vienen las preguntas: “¿Cuál cree que fue el motivo? Digite 1 si cree que el caso Niembro le hizo perder votos a Macri. 2 Porque Massa es el único que puede ganar en segunda vuelta. 3 Porque Massa hace una campaña con propuestas”.
Bullrich, diputada y candidata de Macri, se escandalizó. “Es una campaña sucia, muy sucia, eso no lo hace una persona de bien”, dijo.
Sin embargo, el barro de la política parece ensuciar a todos.
Hace apenas cuatro años, en el 2011, fue Macri quien recurrió a una “encuesta” similar, por la cual fueron procesados Jaime Durán Barba y sus dos socios, en un intento por prevalecer sobre Daniel Filmus.
“¿Sabía usted que Salomón Filmus, el padre de Daniel Filmus, es un arquitecto que trabaja para Sergio Schoklender en la construcción de viviendas?”. En esos días había estallado el escándalo de corrupción que rodeó a las Madres de Plaza de Mayo, cuando se perdieron millones que el Estado le había facilitado para construir viviendas sociales. Pegotear al contrario con semejante escándalo seguramente lo perjudicaba.
La “encuesta” era incluso un tanto más burda, más directa.
La segunda frase era “ahora que usted sabe esto, ¿igual votaría por Filmus?”
Esa llamada llegó a cientos de miles de líneas telefónicas en la Capital. Nunca se sabrá si tuvo efectos en el electorado, pero sí que Durpan Barba y el mismo Macri fueron denunciados ante la Justicia.
Porque el artículo 140 del Código electoral castiga con penas de dos meses a dos años de prisión a quien “con engaños indujere a otro a sufragar en determinada forma, o a abstenerse de hacerlo”.
La jueza María Servini de Cubría ordenó allanamientos y pesquisas, y procesó a Durán Barba y a sus socios José Garat y Rodrigo Lugones, a quienes además les trabó un embargo por 130.000 pesos cada uno. Sin embargo, la causa pasó rápidamente a la Justicia de la Ciudad y allí naufragó.
Nadie resultó condenado, el mal ya estaba hecho.
Lo curioso de esta historia es que Macri acaba de engullir su propia medicina: ahora acusa a Massa de hacer la misma campaña sucia telefónica que él hizo.
Es el barro de la política.
Pero cerca del poder ninguno se salva. El kirchnerismo, por caso, le endilgó a Enrique Olivera supuestas cuentas en Suiza para sacarlo de carrera. Cuando se descubrió el engaño, ya habían pasado las elecciones.
Durante el menemismo hubo un funcionario que, preguntado sobre cómo habían conseguido que un legislador opositor se ausentara justo cuando su voto hubiera hecho fracasar la designación de un interventor, contestó: “¿A ése? A ése le rompimos el esternón de un valijazo”. El tipo del esternón fracturado viajó a Paraguay y no se lo volvió a ver.
Zancadillas de todo tipo, hipocresías, engaños, traiciones y maletines de dinero que vuelan de un dirigente a otro.
¿Esto debe ser la alta política? ¿A esto hemos llegado? ¿Es igual en todas las democracias?
Ahora le tocó a Macri, antes a Filmus, y antes que ellos a Olivera. Y en el futuro será a otros.
Deberíamos hacer algo. No alcanza con la indignación. La Justicia debería hacer algo. Porque el problema de la lucha en el barro es que se ve en los dirigentes, que son la punta del iceberg, pero más temprano que tarde la mugre baja y se derrama hacia toda la sociedad.

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