martes, 17 de noviembre de 2015

París, New York. Por Alfredo Gutiérrez


Los atentados del viernes 13 en París podrían ratificarnos que estamos presenciando el fin de una época en el mundo occidental. Es la era que comenzó hace 200 años, después de la revolución francesa, aquella que postuló los valores de “libertad, igualdad y fraternidad” y sentó algunas de las bases filosóficas del moderno occidente.
En la era contemporánea, la mayoría de las guerras enfrentaron a ejércitos, a naciones, por lo general en un territorio que era el área del conflicto. Y los atentados terroristas se cometían contra personajes específicos de acuerdo con lo que representaban (desde el asesinato del archiduque Francisco Fernando que dio inicio a la I Guerra Mundial hasta los “ajusticiamientos” de Montoneros en la Argentina de los 70). Hubo miles de muertes de inocentes, claro, pero el objetivo declarado era la muerte de uno solo, desde un Presidente a un militar de alto rango. Y, al menos en Occidente, la religión había dejado de ser un motivo para matar: las Cruzadas cristianas, destinadas a atraer por la fuerza a miles de habitantes, habían quedado atrás.
Estas tres características (guerra convencional, atentados dirigidos, conflictos sin religión) son parte de lo que está cambiando. El mundo ya no será lo que era. Y nos toca presenciarlo.
Aclaro que estoy hablando de occidente. Distinta es la historia de otras culturas, el mundo árabe o el asiático.
Tal vez el principio del fin fue el atentado a las torres gemelas en Nueva York en 2001. Aquellas miles de muertes, como las de Francia ahora, no estuvieron dirigidas a “una” persona sino a cualquiera. A todos. En todo caso, a un símbolo.
Precisamente la reacción de EEUU tras las torres gemelas fue parecida a la de Francia ahora: ataques y bombardeos sobre el mundo árabe (Irak y Siria), acciones que sólo profundizaron el conflicto. El zafarrancho que los norteamericanos produjeron en esa región alteró el status quo y permitió el nacimiento de ISIS, un grupo aun más radicalizado que Al Qaeda.
De algún modo, occidente comenzó a sufrir en carne propia las consecuencias de su propia violencia, ejercida con bombardeos sobre ciudades árabes y las muertes de inocentes como “efectos colaterales”. Ahora el mundo árabe parece decir: “tu territorio será también área de guerra, como el mío bajo las bombas, sólo que llegaré con mis propios métodos”.
Ahora la guerra no es en un territorio donde se enfrentan dos ejércitos. Ahora cualquiera puede ser víctima, aun quienes se oponen a esta locura de los gobiernos. Ahora vuelve el odio religioso. Esas nuevas características llevan a lo más lamentable de este conflicto: el ocaso del mundo occidental tal como lo conocimos hasta ahora.
Los países no pueden defenderse frente a un enemigo irracional, que puede estar incluso entre los connacionales. Y al que no le importa morir matando.
Por eso la salida más fácil y rápida será recortar las libertades, tal como ya la hizo EEUU. Libertad, igualdad, fraternidad, ya no serán conceptos queridos y compartidos. Avanzarán los servicios secretos, el espionaje, el miedo, la xenofobia, las víctimas inocentes. Ya no será fácil desplazarse entre países en Europa, ni viajar por el mundo.
Deberemos empezar a olvidarnos de los Derechos Humanos, una de las mayores conquistas de la Humanidad. Todo sea para frenar la amenaza de un atentado posible. Estamos cada vez más cerca de “1984” de Orwell.
Tal vez la era que comenzó, digamos, en 1789, está llegando a su fin.
Fueron poco más de dos siglos, que en la historia del universo no es nada.
Es el comienzo de una nueva era.
Que seguramente será peor, mucho peor, para la Humanidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario